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Sobre sentido común y libros que no valen nada

La experiencia me indica que los libros, incluso los libros antiguos, son demasiadas veces desdeñados o minusvalorados tanto por sus propietarios como por los gestores, abogados y peritos. Los libros "van" con los muebles, lo cual es un grave error, porque la biblioteca vale normalmente bastante más, o mucho más, que los muebles que la contienen.

 

A los libros no se les suele dar la importancia que merecen en los procedimientos en que interviene el derecho, como por ejemplo la división de herencias. O cuando son el objeto de pleitos judiciales. O cuando sufren siniestros como inundaciones o incendios.

 

Cuando los libros son tasados, es frecuente que lo sean por personas que no están cualificadas para tasarlos, con los endebles resultados que cabe esperar. Como es natural, si propietarios y peritos consideran que los libros "van" con los muebles porque piensan que valen poco, o nada, lo mismo creen los abogados, gestores, jueces, etc. Y esto sucede a veces incluso con los libros antiguos, imaginen lo que pasa con los modernos.

 

En los últimos años, la "moda" de antigüedades que tuvimos es España, se comenzó a estimar el valor de los libros antiguos, sobre todo el valor económico, y se convirtió en infrecuente que instituciones o los particulares los tiren a la basura, o los abandonen sin más, aunque todavía sucede. Si no se les ve otra utilidad a los libros, al menos ahora se consideran como posible fuente de ingresos.

 

Esto hablando de libros antiguos. En cuanto a los libros modernos, predomina la generalizada y equívoca opinión de que no valen "nada", prejuicio que casi siempre determina la realidad, puesto que el "sentido común" parece indicar que no existen más alternativas.

 

A título de ejemplo imagínense la biblioteca, pongamos, de una gran clínica médica que decide dotar una fundación con la biblioteca que han ido reuniendo en los últimos 30 años: el gestor de la idea se encontrará generalmente con que todos dirán, empezando por el bibliotecario, si lo hay, que eso no se puede hacer porque los libros de medicina todo el mundo "sabe" que valen poco o nada, porque los libreros no los quieren, o los paga muy poco. Según este punto de vista, que es el del "sentido común", la biblioteca reunida por la clínica a lo largo de los años, con la consiguiente inversión en libros, en mobiliario y en gestión, no vale nada o apenas nada, por lo que sería imposible dotar la fundación citada.

 

Sin embargo, el "sentido común" falla aquí. Cierto que los libros de medicina valen poco en el supuesto de la compra-venta, puesto que es una materia que cambia muy rápidamente y las obras se desactualizan en poco tiempo, pero  existen otros supuestos a los que no se debe aplicar lo del sentido común. La compra-venta es solamente una de las muchas finalidades que puede tener la tasación de libros, y a cada una de ellas hay que aplicarles el tratamiento que les corresponde normativa y metodológicamente hablando. En el hipotético caso que estamos contemplando, la finalidad no tiene nada que ver con vender la biblioteca, sino, por el contrario, de tasarla para actualizar y activar su valor contable, primer paso para aportarla a la futura fundación.

 

Todo ello con arreglo a las normativas contables y de valoración que las leyes establecen y a los procedimientos y métodos internacionalmente consolidados. Si la biblioteca fuera a ser vendida, se obtendrían, pongamos, 20.000 €, pero con la finalidad que acabamos de describir la tasación arrojaría una cifra probablemente no menor de 250.000 €. Puede verse cómo cambian los resultados según la finalidad. Este caso, que cito como ejemplo, solamente es uno más de entre los muchos que existen. Para terminar, algunas reflexiones adicionales :

 

  • Aunque sean modernos los libros han de ser considerados como parte importante del patrimonio. Su valor de mercado muchas veces será más alto que el de los muebles y otros bienes.
  • La tasación debe realizarla un perito que realmente esté cualificado, es decir, que disponga acreditadamente de los conocimientos y experiencia necesarios.
  • Los libros, puesto que constituyen una parte importante del patrimonio, deberían ser asegurados (es típico el caso de bibliotecas magníficas a las que no cubre ninguna póliza). Cualquier aficionado a los libros reúne durante su vida 1.500, 2.000, 4.000 o más libros cuyos valores de reposición, en caso de siniestro, serían de 60.000 €, 150.000, 400.000 €, o millones de euros, según las características de la biblioteca. Siempre y cuando no los tasara el “sentido común” sino un perito cualificado.
  • Los libros deben ser tasados a efectos de transmisiones, donaciones, daciones en pago y otros supuestos.
  • Deben ser correctamente valorados en la cuenta y, sobre todo, para la partición de herencias, pues constituyen una parte importante del patrimonio familiar. Dividir una biblioteca por temas, o por número de libros, o por fechas, o cualquier otro método que no sea una correcta tasación, garantiza el desigual reparto del valor económico de los libros entre los herederos.
  • Igualmente deben ser tasados en su justiprecio a cualquier efecto judicial.

Como es sabido, la costumbre inmemorial en España, que viene de muy lejos, y no solamente para bienes como los libros o las bibliotecas y archivos, consiste en formular las tasaciones sobre un informe de uno o dos folios, lo que implica tasar sin apenas explicaciones o razonamientos. Es decir, se hacen a "ojo de buen cubero", y estas tasaciones pueden ser correctas siempre que el "cubero" conozca bien su oficio. Pero este método, absolutamente subjetivo, no está conforme a la ley y a las mejores prácticas periciales, puesto que los peritos tienen obligación de exponer claramente y por escrito las informaciones consideradas y el proceso lógico que han seguido para determinar la cifra tasada, de modo que otras personas puedan confrontar sus cálculos, o cuestionarlos.

 

Por supuesto que si cualquier tasación de libros debe ser realizada por peritos que tengan las cualificaciones necesarias, capaces por tanto de elaborar informes correctos normativa y metodológicamente hablando, con más motivo todavía en el caso de la pericia judicial, puesto que los informes serán analizados y cuestionados por las partes enfrentadas y por los jueces, fiscales y abogados. 

 

 

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